¡Ha nevado! se dice antes de dar los buenos días cuando uno vive en ciudades donde la nieve es poco habitual.
Y así nos hemos despertado hoy, con los tejados tímidamente blancos, pero con la palabra nieve tiñendo las conversaciones.
Hay mudanzas que se van haciendo poco a poco, dejando cada día objetos que acaban por encontrar su espacio de forma natural. Hay otras que requieren de más preparación y se recuerdan en el calendario. Así fue la nuestra, la de mi gata y mía, cuando un 4 de abril de hace 3 años cogimos un avión para venir a esta ciudad de estratos superpuestos.
Y como estratos se han ido acumulando mis cosas, conquistando un rinconcito en una casa que en sí es un rincón.
En estos tres años, he coleccionado trocitos de Romas que atesoro en mi memoria y en mis fotos, pero esta ciudad, como una inmensa caja de tipógrafo, guarda siempre nuevos huecos que rellenar con otras letras que todavía están por entintar.
Desde su ventana, Kira me mira divertida.
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Enero ha traído viajes en tren con paisajes blancos de granizo.
Niebla que iluminaba las montañas desde abajo.
Nieve subrayando el horizonte.
Hebras de nubes que tocaban el suelo.
Pero también atardeceres soleados.
Granizo, niebla, nieve, lluvia, nubes y sol son las hojas coloreadas de mi calendario arbóreo del 2013.
Me esperan muchas hojas de colores para los próximos meses.
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Parva sed apta mihi
(pequeña pero suficiente para mí)
Ariosto
Mi casa, como la de Ariosto, es parva, sed apta mihi, y la mesa de la cocina es como una playa donde se suceden las mareas: según la hora del día llegan olas de trabajo o de comida.
Aunque me da mucha rabia que pongan las luces de navidad cuando todavía estamos en noviembre, no he podido evitar hacer un ensayo navideño con unas decoraciones y unos dulces napolitanos que se llaman mostaccioli.
Están riquísimos y huelen a navidad.
Feliz no-navidad.
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Even if I don’t like to see the Christmas lights when we are still in November, I couldn’t help making a little Christmas appetizer with some decorations and some traditional Neapolitan sweets called mostaccioli.
They are delicious and smell of Christmas.
Happy un-Christmas!
Dónde está la gata matarile rile rile…
En casa,
y con los pies en la tierra.
De mis sueños crecen flores.
Al despertarme solía imaginarme paseando con un cruasán en la mano por una Nueva York todavía somnolienta.
Ya un poco más despierta, veía cada día cómo avanzaba la lenta huída de mi bici, que disimulaba como un escarabajo boca arriba.
Y por la noche, una Roma en rosas me llevaba a la ciudad de esos sueños en los que nacen las flores.
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Con el dormitorio se cierra la serie de estos interiores que me han cobijado durante los últimos siete años.
Los próximos serán otros, y se irán poblando de nuevos recuerdos y sonidos, hasta que construyan “this place where I don’t feel alone / this place where I feel at home…”
Si toda la casa fue metamorfoseándose en apariencia y función a lo largo de los años, el salón quizá es el que más cambios ha visto.
En su origen fue un pequeño espacio en el que los óleos y los lienzos invadían las esquinas.
Más tarde pasó a curioso dormitorio temporal, primero con un colchón hinchable que había que reinflar varias veces a lo largo de la noche, luego con un colchón de verdad que me suavizó dos tonos mis ojeras.
En dos momentos de su historia fue ampliado, hasta que ya no quedaron paredes que tirar sin dañar la fachada o invadir la casa del vecino… Entonces se convirtió en lo que fue sus últimos años: una zona multiusos que cumplía la función de salón, comedor y estudio.
De todas esas transformaciones han ido quedando huellas: techos a diferentes alturas, marcas en el suelo que recuerdan los tabiques antiguos, pero sobre todo, los utensilios de pintar, que no quisieron ser desterrados de su antiguo imperio.
De esta cocina han salido muchos tes con leche,
quizá por eso, con el tiempo se convirtió en bastante caleidoscópica.
Así que se podría decir que ésta es en parte la cocina del blog.
Un pasillo es un laberinto sin esquinas.
El mío además es pequeñito, y en 8 pasos se llega al otro lado.
No obstante, las personas precavidas podrían necesitar alguna otra recomendación:
Antes de emprender el camino, Ariadna les sugeriría tomar del perchero algún hilo de abrigo deshilachado (con la manga de un abrigo bastará).
Pulgarcito, sin embargo, les aconsejaría marcar el camino con piedras (tres o cuatro serán suficientes).
Pero si esto les parece poco, yo recomiendo consultar el mapa del laberinto y abastecerse de unos cuantos caramelos para el camino.
No hay que demorarse, es preferible llegar antes de que se haga de noche.
Y por si lo anterior no funcionase, unos pasos más allá, cuando el final ya casi se alcanza, se encuentra un teléfono para pedir auxilio al exterior.
Pero cuidado, ¡el minotauro lo vigila!
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